Es un recurso bastante habitual para conseguir un lucro al apoderarnos temporalmente del prestigio, bienes o aura del suplantado; eso sí, como para todo, para ser pufista hay que ser un profesional y nunca perder la perspectiva o creerse el rey de la colina o peor aún, el aumento desmedido del ego que hace confiarse en exceso sintiéndose rodeado de seres inferiores.
Hoy en la prensa local tenemos dos ejemplos de suplantadores de identidad, ambos con idéntica suerte que no fue otra que acabar acompañando a la entrañable pareja de las fuerzas del orden hasta comisaría y esperar cita para un pintoresco juicio, agregando una muesca más sus experiencias vividas; veámoslas en detalle:
Detenida una pareja por comprar dos vajillas y un juego de café con los datos de una tercera persona
Parejina de pipiolos de la villa de Jovellanos que fartucos de comer pizza Tarradellas en platos de Duralex verde de tiempos de cuando la güela iba al baile, deciden que ya ye la hora de renovar el ajuar. Desde un principio desechan la idea de realizar una sencilla transacción de moneda por un set de vajilla en alguna bazar local y optan por un pufo.
En este caso y gracias a la sobreexposición de cine americano, saben que las compras telemáticas, bien por teléfono, bien por la red, son tarea sencilla y que únicamente es necesario contar con unos datos bancarios. Me los imagino pensando en cual de los vecinos del bloque tendría más perres o cual era más hijoputa para con sus personas. Elegida la víctima sólo falta apropiarse de la carta de CajaAstur de su buzón y llamar raudos a la Galería del Coleccionista que anuncian en la teletienda y hacerse con los ansiados bienes.
Una vez más, los aspirantes a pufistas comenten errores de bulto; cegados por en ansia encargan uno no, dos juegos de vajilla y uno de café. Sabia decisión, porque por estadística es bien sabido que comer cómese a diario, pero cafetín igual lu tomes en casa, que igual lu tomes en el chigre. Lamentablemente dieron la dirección de casa y el vecín al ver el desfalco y el lugar de entrega del flete en la factura, dio al traste con el jolgorio de la vajilla y dando un nuevo tema de que hablar a las vecinas del bloque.
El empleado de un videoclub finge ser inspector en otro establecimiento
Auténtico artista, como veremos, del pufismo en niveles iniciales y de preparación, pero que una vez ejecutando el golpe, pierde los nervios y la paciencia necesaria y acaba ingresando en comisaría preguntándose aún como le descubrieron.
Nuestro héroe, regenta un videoclub en el popular barrio de la Arena en Gijón. Un negocio otrora boyante, debido a la avidez con la que la sociedad asturiana ansiaba devorar exitazos de Hollywood en su videos Funai o de marca similar ayá por los años 90. Los años pasaron y con ellos los alquileres, ya que la oferta televisiva es inabarcable, así como las descargas desde mininova, que hacen del videoclub el reducto de los alfabetos digitales o de gente vaga. Aún así se ven videoclubs por las calles, pero lo que puede hacer peligrar un negocio de este tipo es sobremanera, la competencia.
Parece ser que a nuestro pufista le acababan de abrir un local que bien porque ofrecían otro género más moderno al suyo, bien por la decoración o por el desparpajo natural del otro tendero, la realidad es que la clientela estaba optando por abandonar su negocio en favor del nuevo.
Pensar en soledad suele traer muchos disgustos y así fue cuando se iluminó la bombilla en la cabeza de nuestro tendero al leer las declaraciones de Eduardo Bautista alias Teddy (groar, tigre), ex rockero progresivo y hoy pufista de una grande como la SGAE que proclamaba orgulloso "El canon se paga y ya está, a quien no le guste que se aguante".
Todo encaja, el miedo al canon, negocios de alquiler, quién no tiene unes cuantes copies ilegales por la tienda... total que está decidido. La extorsión es la solución.
Al día siguiente con la muda limpia, americana de pana y un maletín se presenta en el otro videoclub blandiendo unos pdf's impresos en casa y esgrimiendo jerga técnica como "multa", "me duele más a mí que a ti" o la efectiva "vas a pagar hijoputa". Ojiplático el otro tendero se queda cuando se le comunica que adeuda 28.000 euros de vellón al cobrador de la pana. Tras esto abandona el local.
Todo bien, el discurso, la pose, igual un poco excesivas las pretensiones, pero la duda ya está generada. El otro tendero seguramente con sus copias ilegales intentará negociar o ver que pasa. Lo que hace falta es darle tiempo pa que se acojone; entrará en Google verá casos de sanciones de la SGAE a videoclubs y empezará a echar números.
Pero aquí nuestro pufista comete el error que le va a costar el Razzie a la peor actuación del año. Decide que se fajó pidiendo 28.000 euros y regresa por la tarde y de buen rollo comenta, que por ser él, le rebajaba la multa a unos 6.000 euros.
Error, error, error amigo. La paciencia era la clave y desde luego no aguantaste ni una tarde. No obstante y ya como colofón al cabo de unos días y viendo que no cobraba la extorsión decidió personarse nuevamente queriendo llevarse 5000 euros en videojuegos para ampliar su fondo de armario personal. El resultado, denuncia por estafa y detención.
¿Qué moraleja debemos extraer de estos dos casos? hacei el favor de no empufaros (que pufista se nace no se hace), ni llamar a Cofidís (que ye como pedir dinero a Joe el Gordo) ni extorsionar a nadie (que pa eso ya hay empreses especializaes), que luego pasan cosas como estas.
sábado, noviembre 8
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
juasjuasjuasjuas toi dobláu xDDDDDD
Si ye que tanto ver cintes de espíes acaban degenerando en esto :P
Publicar un comentario