Domingo 9 de Febrero, 13:12 PM
Barrio del Llano, Gijón.
Me dirijo a coger el coche de camino a casa a comer cuando paso delante de uno de los muchos kioskos que pueblan esta ciudad. Éste tiene la particularidad que además de tener kiosko tal cual, posee dos máquinas de venta automática en la parte de fuera. Menuda novedad, pensará el lector; pues no se me adelante que novedad hayla y como muestra una instantánea:
Vemos aquí un detalle de una de las máquinas, la menos llena. Menos llena en cantidad pero claramente supera a la otra en imaginación. Como se ve en la instantánea el kioskero ha decido poner a disposición del barrio 24h tres combos cada cual más apetitoso.
En el carril E4 tenemos un tanga comestible. No ponga esa cara, que de cuántas situaciones le habrá sacado tener a mano un tanga comestible, además como anuncia el envoltorio hay más de 200 modelos posibles, lo que anula la monotonía y el sopor, garantizando llegar con sorpresa a la alcoba.
En el carril E3 tenemos un pack de 3 preservativos de sabores; a saber Fresa, Tutti-Frutti y plátano. Aquí no se ha querido pillar los dedos el kioskero y ha puesto sabores básicos para contentar a la mayoría.
Finalmente en el carril E2 tenemos el sorprendente combo formado por preservativo y librillo. Llamenme antiguo pero en mi vida había visto semejante mixtura. Por más vueltas que le doy no consigo verle la relación; aunque claro, puede que todo vaya en consonancia con las aficiones del empresario, que por lo poco que se de él, pueden ser de lo más especial.
¿A donde lleva todo esto? ¿Cuál es la moraleja? ¿Es necesario montar una máquina llena de cosas como esta? ¿la demanda de condones y papel de liar es pareja? Muchas cuestiones, un único hecho factible:
el kiosko de toda la puta vida se está perdiendo.
Así de claro.
Haz memoria, ¿en qué se parece el kiosko donde compras el periódico el domingo pa volver cargao de papel satinado y cartones promocionales con el kiosko en el que parabas hace 20 años? Dígotelo yo bien rápido: en nada.
Yo no se lo que pasa ahora con los kioskeros pero dar con uno que no esté de mala ostia es como encontrar una vendedora de ropa que no se crea ingeniera aeronáutica. Que están siempre de mala ostia; si les pides la película del periódico te miran mal, si les pagas con billete grande mal, si pagas con moneda naranja mal, si ya les pides fotocopiar el DNI flipas. ¡¡QUE TE PREGUNTAN QUE SI POR LAS DOS CARAS!! No figura, sólo por una y por la otra me fotocopias un cromo de Doraemón, no te jode...
Eso sí, las únicas personas que toleran son a las vieyas, que pa comprar 30cm de papel de regalo que le supone el kioskero 30 putos céntimos pueden pasar media hora abundante. Eso sí, dándole conversación cosa que tú no le das y eso le jode.
Pero vamos a ver, ponte hace años; cuando eras guaje y parabas en el kiosko (en mi caso en el mítico TERRO'S) antes de entrar al cole por la tarde. Había más gente en el kiosko que en muchos chigres; y ahí tenías al kioskero con su bata azul rollo la de los científicos. Detrás de él un arsenal de gominolas de 2000 colores a peseta y ya algunas del tamaño de una mano de a duro. Un poco más allá sobres de cromos de Panini y ya si el kiosko estaba equipado de cojones un arcón frigorífico lleno a reventar de Flash, morenitos y algún polo pasao para los ya incipentes gafapastas.
Y qué paciencia extrema tenía ese empresario. Que atendía a todo el mundo y mucho le tenías que tocar la poya antes de que te amenazara con darte unas ostias. Pero ese trato generaba fidelidad; que necesitabas peonza a Terro, que hoy pa clase de ciencias hace falta Peta-Zetas, pues a Terro joder. Que necesitas fotocopiar el DNI, Terro te la hace a doble cara sin preguntas raras.
Pero todo esto con el Euro empezó a tambalearse. Un poco antes del Euro, las gominolas de peseta pasaron a 3 un duro y eso fue el principio del fin. Las gominolas al peso, el fin de Teleindiscreta (y las pegatinas), la no especialización (hoy los kioskos parecen bazares de quincalla) y otros muchos factores, son los que apuntan al fin del kiosko como tal.
Misteriosamente el sindicato de kioskeros vieron el negocio en vender revistas a la gente madura olvidando a la mocedad. Y a los hecho me remito; hoy en un kiosko cualquiera puedes encontrar revistas que valen todas más de 3 euros sobre cualquier puto tema.
QUE HAY UNA QUE SÓLO HABLA DE LOROS. Como lo oyes, revistas de loros. Eso sí a ver si el próximo día que pases por el kiosko mira para la zona de chuches y dime si ves algo que te sorprenda.
NO SE INVENTA NADA EN CHUCHES DESDE LOS 90. Así de claro; están los clásicos: las cosas naranjas que saben a queso y te dejan los dedos tres meses oliendo y de color butano, los chicles rellenos de líquidos, los Escalofríos, las bolsas de arroz hinchado, los quicos... eso sí a precios de farlopa. Porque valen las pipas 1 Euro. ¡1 EURO! Lo que decíamos el otro día, que si vuelve la peseta y le dicen a un güelu que las pipas que lleva pal nietu valen 166 pesetas de la ostia que le da con el mango del callao le hace endodoncia lateral.
Eso si, ahora quincalla a tope. Que si regalos, que si la colección de muñecas de porcelana que nadie tiene cojones de comprar más allá del primer número porque luego te las cobran a precio de feto vivo, mercería, libretas, mochiles... ¿de qué vais joder?. Ese es el problema, ya no saben cual es su mercado.
Y ya el copetín las máquinas de venta automática. La usura, porque con la disculpa de que todo sale fresco (están a temperaturas polares), ponen precios de fantasía. Encima que estas máquinas, que la llevan entre nosotros su tiempo, siguen siendo putas y traicioneras y más de uno tiene que sacar dos de lo mismo porque la primera cosa queda a medio caer. ¿Casualidad? ¿serendipia? ¿trucadas a conciencia?
Puede que sean imaginaciones mías, pero o se vuelven a los orígenes o dentro de poco no distinguiremos el kiosko de toda la vida del bazar de Shangai de la calle de al lado.
Seguiremos con este tema, que da para mucho.