No falla, cada cierto número de años se producen una serie de cambios en el mundo de la empresa, que si bien van siendo introducidos poco a poco, siempre están los que están más cerca de los 60 que de los 40 que se niegan a adaptarse a los cambios, aduciendo que hasta entonces carburaron de una manera y que no están por la labor de reciclarse.
¿Quién no conoce a algún nostálgico de la Olivetti que aún hoy mira con recelo a los ordenadores y que agarra el ratón con dos manos? Auténticos antisistema que trabajan junto a ti en la oficina, aunque eso sí, ni Diox les hace caso porque suelen ser cansinos a más no poder y se dedican a contarte una y otra vez cuando con una peseta compraban tres cucuruchos de percebes.
Pues bien, tras adaptarnos a los ordenadores, las redes locales, la gestión documental sin papel, las normas ISO y el DNI electrónico, ahora viene un nuevo cambio que puede hacer que esas personitas que viven al límite de ser unos analfabetos funcionales dentro de la empresa, acaben por pedir la cuenta, entrar en depresión o quemar la oficina:
los lavabos unisex.
Que si, que al final tanto ver series infames americanas acabó calando y los arquitectos (esas personas vagas que suelen vestir de negro), aprovechando la coyuntura, se acaban se ahorrar los metros cuadrados de poner dos baños y se despachan poniendo uno.
Buen rollito, todos al mismo meadero. Eso sí, mientras que para la chavalería puede resultar toda una experiencia, imagina a los inadaptados a los que antes nos referíamos. Esos que ya procuraban dejar lo echar el tronco al aserradero en casa, por lo de no poder concebir postrarse en la taza de la oficina, ahora directamente van a optar también por no miccionar. Veremos dentro de poco escenas de agonía, cistitis y fugas en la silla.
¿Por qué para unas cosas los empresarios van de modernos y luego para otras siguen en la edad feudal? No hay más que ver algunas compañías y su política de vestuario; esos hombrecillos en agosto con traje y corbata por las calles de la ciudad. Y da igual que la empresa sea de telecomunicaciones que de fabricación y puesta en obra de tangas de oricio: traje de tergal para todos.
El caso de la foto ya es el extremo. No sólo se ahorran un baño, sino que al conjugar la situación en la fachada que da una calle muy transitada, junto con la dotación de cristaleras Cool-lite de suelo a techo, hacen que las escapaditas a la taza con el Marca y el paquete Marlboro dejen de ser el oasis en el que evadirse en una mañana ajetreada.
Si es que cuando algo funciona, generalmente, no hay que tocarlo.