Algo genético de la época en que vivíamos en cuevas y teníamos la misma esperanza de vida que un lemming, hace que de cuando en cuando nos veamos tomando la iniciativa y sacando lo mejor de nosotros mismos dejando boquiabiertas y ojipláticas a nuestras parejas e incluso a nuestra familias políticas.
Solemos hacernos los remolones, ya que las tareas manuales son, para que negarlo, cansadas. Y además generalmente estas tareas que precisan de nuestro instinto cavernario, suelen ser ideas geniales de ellas, tales como cambiar una cortina, montar un sinfonier para el retoño o arreglar el grifo que gotea.
Pero una cosa si que está clara, una vez que nos ponemos hacemos que se arrepientan de habernos levantado de nuestro trono de pensar. Desplegamos toda la ferramienta disponible, generamos un nivel adecuado de suciedad y desperdicios acordes con la maniobra y acompañamos la faena con gruñidos sordos, maldiciones por lo bajini y sudores mientras nos observan hacernos con la alcayata de marras.
Pues bien, dentro de las tareas que se pueden llegar a realizar en una vivienda, las hay fáciles, menos fáciles, difíciles y realmente complicadas. Eso sí, aunque no tengamos ni los conocimientos, ni los medios, ni la entereza de pedir ayuda cuando nos vemos perdidos, por nuestros cojones que acabar se acaba. Veamos un par de ejemplos de estas tareas tediosas de fontanería casera.
En primer lugar, tenemos a la joven pareja que abandona la tiranía del asfalto y compra una "entrañable" casina en Pinzales en medio de la naturaleza. Tras despertar del arrebato agro-folk, los urbanitas se percatan que los paisanos de antes no tenían calefacción y que se tizaba a diario para mantener la casa caliente. Tras sopesar una décima de segundo la idea de comprar carbón y al instante desecharla, ella dice que la caldera la puede instalar un primo de ella que es fontanero. Él, con cara de sobrau baja al sótano con un lápiz y una llave inglesa y anuncia que para la hora de cenar habrá agua caliente. Tres días después, nos encontramos con esto:
Vemos que tras afuracar la pared había que sellar, y qué mejor sellador que treinta tubos de Supergén™. Para hacer masa un par de rodillos de cocina de esos que regaló la suegra cuando se casaron y pista
En segundo lugar tenemos a una pareja de Corvera de Asturias, que están viviendo en usufructo en el piso de la abuela de ella. Tras pasar una semana "en una nube" con la nueva vivienda, al poco tiempo empiezan a verle las pegas. Que si el colchón no es que esté blando, es que ruedas hasta el centro, que si cierras la ventana y pasa el aire por la carpintería...
Pues bien, de tanto usarlo se gasto el monomando (que no el amor) de la cocina. Ella sugiere comprar uno nuevo y llamar a un fontanero. Él, que tiene una FP y las prácticas acabadas pone la cara esa de "yo controlo" y dice que lo arregla él. Mientras hay que cortar el agua o hacer un apaño en la cocina; fácil, este rapazón no tarda tres días, en diez minutos se despacha con esto:
Ahí lo tienes; rápido, eficaz y con ese toque que hace imposible negar que lo has hecho tu mismo. La envidia de las amigas de ella cuando vengan a casa. "Lo hizo mi Robertín, con esas manitas". Otro tema será arreglar el monomando, pero eso ya para la próxima vez que de tanto dar la turra, dejes de ver la película y por no aguantarla más, decidas ponerte a hacer de hombre de la casa.
Via There I fixed it
Solemos hacernos los remolones, ya que las tareas manuales son, para que negarlo, cansadas. Y además generalmente estas tareas que precisan de nuestro instinto cavernario, suelen ser ideas geniales de ellas, tales como cambiar una cortina, montar un sinfonier para el retoño o arreglar el grifo que gotea.
Pero una cosa si que está clara, una vez que nos ponemos hacemos que se arrepientan de habernos levantado de nuestro trono de pensar. Desplegamos toda la ferramienta disponible, generamos un nivel adecuado de suciedad y desperdicios acordes con la maniobra y acompañamos la faena con gruñidos sordos, maldiciones por lo bajini y sudores mientras nos observan hacernos con la alcayata de marras.
Pues bien, dentro de las tareas que se pueden llegar a realizar en una vivienda, las hay fáciles, menos fáciles, difíciles y realmente complicadas. Eso sí, aunque no tengamos ni los conocimientos, ni los medios, ni la entereza de pedir ayuda cuando nos vemos perdidos, por nuestros cojones que acabar se acaba. Veamos un par de ejemplos de estas tareas tediosas de fontanería casera.
En primer lugar, tenemos a la joven pareja que abandona la tiranía del asfalto y compra una "entrañable" casina en Pinzales en medio de la naturaleza. Tras despertar del arrebato agro-folk, los urbanitas se percatan que los paisanos de antes no tenían calefacción y que se tizaba a diario para mantener la casa caliente. Tras sopesar una décima de segundo la idea de comprar carbón y al instante desecharla, ella dice que la caldera la puede instalar un primo de ella que es fontanero. Él, con cara de sobrau baja al sótano con un lápiz y una llave inglesa y anuncia que para la hora de cenar habrá agua caliente. Tres días después, nos encontramos con esto:
Vemos que tras afuracar la pared había que sellar, y qué mejor sellador que treinta tubos de Supergén™. Para hacer masa un par de rodillos de cocina de esos que regaló la suegra cuando se casaron y pista
En segundo lugar tenemos a una pareja de Corvera de Asturias, que están viviendo en usufructo en el piso de la abuela de ella. Tras pasar una semana "en una nube" con la nueva vivienda, al poco tiempo empiezan a verle las pegas. Que si el colchón no es que esté blando, es que ruedas hasta el centro, que si cierras la ventana y pasa el aire por la carpintería...
Pues bien, de tanto usarlo se gasto el monomando (que no el amor) de la cocina. Ella sugiere comprar uno nuevo y llamar a un fontanero. Él, que tiene una FP y las prácticas acabadas pone la cara esa de "yo controlo" y dice que lo arregla él. Mientras hay que cortar el agua o hacer un apaño en la cocina; fácil, este rapazón no tarda tres días, en diez minutos se despacha con esto:
Ahí lo tienes; rápido, eficaz y con ese toque que hace imposible negar que lo has hecho tu mismo. La envidia de las amigas de ella cuando vengan a casa. "Lo hizo mi Robertín, con esas manitas". Otro tema será arreglar el monomando, pero eso ya para la próxima vez que de tanto dar la turra, dejes de ver la película y por no aguantarla más, decidas ponerte a hacer de hombre de la casa.
Via There I fixed it