sábado, noviembre 26

Enseñas las entradas, pescas un periódico del festival y en unos minutos te encuentras sentado en el Jovellanos para ver una película de la sección oficial. O de un ciclo retrospectivo, es indiferente.
Al rato se apagan las luces y aparece en el escenario tras una breve presentación el director del film. Junto a él, un hombrecillo con un micrófono que va a hacer de intermediario de su lengua ignota y tu deje local.

Empieza a hablar el sajón y de pronto, dos butacas a la derecha tuya, oyes una risa a carcajadas. No sabes que pasa, ni de que se ríe. Desde el momento que le ves descojonarse y susurrar a su compañera, te has convertido en un espectador de segunda. El chiste te llegará unos segundos después, cuando el director tenga a bien parar de hablar y el traductor te traiga la gracia, tarde.

Pero, cuál es tu sorpresa, cuando escuchas la traducción y no hay ningún chascarrillo. Ha dicho que está contento de estar en la ciudad y que le hace ilusión que sea en aquí y no en otro lugar donde se proyecte por primera vez. Algo falla. ¿Una traducción interesada para engrandecer el ego del festival? En fin, lo pasas por alto. De pronto nueva carcajada socarrona a tu derecha. Giras para mirar y le ves con risa ufana y asintiendo con la cabeza. Miras fijamente al traductor y cuando le toca hablar le escuchas hablar sobre la dificultad de encontrar la felicidad de los personajes y de la labor de producción de la cinta. Vamos, que el que tienes a tu derecha lo que es es un indie gilipollas.

Efectivamente amigo, lo que está haciendo y que cada vez se ve más en eventos con barrera idiomática, es hacerse el políglota amparado por la oscuridad de la sala y reír supuestas gracias antes que el populacho para hacerse ver esos microsegundos antes de que llegue la traducción como un ser viajado, sabio y de risa fácil.

Claro que le dura lo que le dura. ¿Motivos? Ni idea. Una posible auto justificación de haber sido de los del timo de Opening, o del Doctor Mauder o simplemente que son víctima de la fiebre festivalera que azota la ciudad una vez al año.

Empieza la película, olvidas al tipo ese y te embulles en una historia de perdedores. Mientras vas asumiendo que el bueno deTodd Solondz no es ni su sombra, conoces a los personajes. El protagonista con los 40 cumplidos que vive con los padres y sufre una vida bien triste. Colecciona figurillas de esta de plomo de Warhammer. Es su hobby. Pues bien, en una escena le ves ir a un centro comercial a devolver una. Va a atención al cliente y sale en pantalla un tolai con acné. Vale, pues sin que te haya dado tiempo de asumir su presencia te llega una pedorreta ensordecedora que tras unos segundos, eclosiona en una risa Papanoélica (ojito al adjetivo) que viene de la fila de atrás.

Tíos hay que buscarse algo que hacer el resto del año...


Estos HO! HO! HO! se van a suceder en cada escena susceptible de tener vis cómica. Por leve que sea. Que le dan mal la vuelta, ahí tienes la risa. Que llama a la chica por teléfono y tiene tono de espera, pedorreta. Hay algún chiste pro-judío, fatality-combo de pedorreta volcánica y risa navideña.
Otro mal endémico del Festival; con el paso del tiempo han aparecido unos seres que vienen al cine a reirse. Que me parece genial, pero lo que me pone muy nervioso es oír risas cuando no pasa nada. Parecen las risas enlatadas que pueden hacer que el remake de Cheers de Tele5 pase de pufo consumado a hacerse con el nicho de mercado del humor inteligente.

Y es que no porque sea tu director fetiche hay que descojonarse (todavía al cerrar los ojos veo al tío hace que hace dos años solo en una fila, se reía como loco al ver una monja volar en medio del tedio de una de Harmony Korine), ni porque sea indie, hay que reirse de cosas gilipollas. A menos claro que lo que se busque nuevamente, sea el hacer ver a los demás amparado por la oscuridad del cine, lo refinado que tienes el sentido del humor.

Porque vamos. Si el nivel del humor para esta gente está tan bajo, no quiero ni pensar como pueden sobrevivir al día a día. Porque estos piden un cortadín en un chigre al azar en el Llano y en media hora los tienen que medicalizar de urgencia en el pulmón de acero del HUCA.

Gente peligrosa, estos indies.

Protegidos por lo oscuro

Enseñas las entradas, pescas un periódico del festival y en unos minutos te encuentras sentado en el Jovellanos para ver una película de la sección oficial. O de un ciclo retrospectivo, es indiferente.
Al rato se apagan las luces y aparece en el escenario tras una breve presentación el director del film. Junto a él, un hombrecillo con un micrófono que va a hacer de intermediario de su lengua ignota y tu deje local.

Empieza a hablar el sajón y de pronto, dos butacas a la derecha tuya, oyes una risa a carcajadas. No sabes que pasa, ni de que se ríe. Desde el momento que le ves descojonarse y susurrar a su compañera, te has convertido en un espectador de segunda. El chiste te llegará unos segundos después, cuando el director tenga a bien parar de hablar y el traductor te traiga la gracia, tarde.

Pero, cuál es tu sorpresa, cuando escuchas la traducción y no hay ningún chascarrillo. Ha dicho que está contento de estar en la ciudad y que le hace ilusión que sea en aquí y no en otro lugar donde se proyecte por primera vez. Algo falla. ¿Una traducción interesada para engrandecer el ego del festival? En fin, lo pasas por alto. De pronto nueva carcajada socarrona a tu derecha. Giras para mirar y le ves con risa ufana y asintiendo con la cabeza. Miras fijamente al traductor y cuando le toca hablar le escuchas hablar sobre la dificultad de encontrar la felicidad de los personajes y de la labor de producción de la cinta. Vamos, que el que tienes a tu derecha lo que es es un indie gilipollas.

Efectivamente amigo, lo que está haciendo y que cada vez se ve más en eventos con barrera idiomática, es hacerse el políglota amparado por la oscuridad de la sala y reír supuestas gracias antes que el populacho para hacerse ver esos microsegundos antes de que llegue la traducción como un ser viajado, sabio y de risa fácil.

Claro que le dura lo que le dura. ¿Motivos? Ni idea. Una posible auto justificación de haber sido de los del timo de Opening, o del Doctor Mauder o simplemente que son víctima de la fiebre festivalera que azota la ciudad una vez al año.

Empieza la película, olvidas al tipo ese y te embulles en una historia de perdedores. Mientras vas asumiendo que el bueno deTodd Solondz no es ni su sombra, conoces a los personajes. El protagonista con los 40 cumplidos que vive con los padres y sufre una vida bien triste. Colecciona figurillas de esta de plomo de Warhammer. Es su hobby. Pues bien, en una escena le ves ir a un centro comercial a devolver una. Va a atención al cliente y sale en pantalla un tolai con acné. Vale, pues sin que te haya dado tiempo de asumir su presencia te llega una pedorreta ensordecedora que tras unos segundos, eclosiona en una risa Papanoélica (ojito al adjetivo) que viene de la fila de atrás.

Tíos hay que buscarse algo que hacer el resto del año...


Estos HO! HO! HO! se van a suceder en cada escena susceptible de tener vis cómica. Por leve que sea. Que le dan mal la vuelta, ahí tienes la risa. Que llama a la chica por teléfono y tiene tono de espera, pedorreta. Hay algún chiste pro-judío, fatality-combo de pedorreta volcánica y risa navideña.
Otro mal endémico del Festival; con el paso del tiempo han aparecido unos seres que vienen al cine a reirse. Que me parece genial, pero lo que me pone muy nervioso es oír risas cuando no pasa nada. Parecen las risas enlatadas que pueden hacer que el remake de Cheers de Tele5 pase de pufo consumado a hacerse con el nicho de mercado del humor inteligente.

Y es que no porque sea tu director fetiche hay que descojonarse (todavía al cerrar los ojos veo al tío hace que hace dos años solo en una fila, se reía como loco al ver una monja volar en medio del tedio de una de Harmony Korine), ni porque sea indie, hay que reirse de cosas gilipollas. A menos claro que lo que se busque nuevamente, sea el hacer ver a los demás amparado por la oscuridad del cine, lo refinado que tienes el sentido del humor.

Porque vamos. Si el nivel del humor para esta gente está tan bajo, no quiero ni pensar como pueden sobrevivir al día a día. Porque estos piden un cortadín en un chigre al azar en el Llano y en media hora los tienen que medicalizar de urgencia en el pulmón de acero del HUCA.

Gente peligrosa, estos indies.

sábado, septiembre 17

Se acercan las elecciones generales y con ellas las promesas. Tenemos a un candidato que gana si no habla y a otro que tiene que decir todo lo que se le ocurra a ver si suena la campana.

En estos casos desesperados, se suelen hacer promesas de índole económico. Comprometer inversiones, gastos, impuestos para minorías poderosas…

Pero yo creo que hay un nicho de mercado que no se está teniendo en cuenta en las estrategias de campaña: los jubilados.

Millones de votos que ambos partidos creen que con invitarlos a una espicha o llevarles unas pegatinas al hogar del pensionista lo tienen hecho. Pues bien, yo creo que es posible cambiar la inercia del voto maduro y reactivar el sector de la construcción y todo por cuatro perres. Propongo la creación de jubilódromos.

A ver, calma que no es tontería.

Analicemos la situación. A los jubilados, por lo general, les gusta, les apasiona ir a las obras a pasar el día fisgando y comentando entre ellos la jugada. Otro día hablaremos más en profundidad de las raíces de esta extraña afición, pero estamos de acuerdo que son uno más de los participantes del modelo constructivo patrio. Un centro de trabajo no queda constituido per se hasta que no se apoyan dos jubilados en la valla.


Recuerdos de Treblinka



El problema es que en tiempos de crisis ya no hay una densidad de obras suficiente para abastecer a todos los barrios. Los Planes Urbanísticos están llevando el crecimiento de las ciudades y con ellos las grúas y los tajos, lejos del alcance del común de los jubilados.

La mayor parte de los jubilados no están dispuestos a verse afectados por cambios meteorológicos lejos de su barrio por acudir a una obra ajena, que además, no entienden en su contexto y la que no van a poder criticar en el chigre entre sus parroquianos.

La solución, por tanto, pasa por la creación de unas instalaciones de gestión municipal en las que congregar a nuestros veteranos, para tenerlos controlados a la vez que ociosos.

Mi propuesta es tornar un solar en un jubilódromo, a imitación de los sambódromos brasileiros. El gasto inicial es nulo. Con un vallado perimetral quedaría listo. Si existe la posibilidad de acceder a algún crédito de la UE se puede instalar algún graderío o zona cubierta para los días de climatología adversa.

Una vez finalizados los trabajos de urbanización sólo hay que poner una cuña en el parte de la radio o en el Panorama Regional anunciando la inauguración de las instalaciones.

A partir de ahí, el programa queda a manos de la imaginación del consistorio. Yo sugeriría comenzar con un buen movimiento de tierras, con sus retroexcavadoras, camiones, lodos y demás que siempre fascina. El transporte de tierras sería a otros jubilódromos para que el equilibrio de tierras permaneciera intacto.

Tras estos fastos iniciales, otro día se pueden presentar en la obra unos encofradores para trabajar en unas escaleras y unos muros a dos caras que harán las delicias del respetable.

Cuando los jubilados intuyan la llegada al tajo de los albañiles, se trae un bulldozer y se hace un derribo parcial para acallar a los más resabiados.

Se hace desfilar a todos los oficios por allí. Todo esto patrocinado por los primeros espadas del sector con carteles en las vallas, prácticas de la Fundación Laboral de la Construcción, venta de merchandishing…

Vamos, que entre los ingresos publicitarios, venta de garrapiñadas, y demás sale la cosa casi gratis. Y de paso se puede estimular la creación de una Liga estatal de gremios con premios, concursos y giras por los jubilódromos.

Y el favor que nos harían a los que los sufrimos a diario…

ANIMESE, CANDIDATO

El jubilódromo

Se acercan las elecciones generales y con ellas las promesas. Tenemos a un candidato que gana si no habla y a otro que tiene que decir todo lo que se le ocurra a ver si suena la campana.

En estos casos desesperados, se suelen hacer promesas de índole económico. Comprometer inversiones, gastos, impuestos para minorías poderosas…

Pero yo creo que hay un nicho de mercado que no se está teniendo en cuenta en las estrategias de campaña: los jubilados.

Millones de votos que ambos partidos creen que con invitarlos a una espicha o llevarles unas pegatinas al hogar del pensionista lo tienen hecho. Pues bien, yo creo que es posible cambiar la inercia del voto maduro y reactivar el sector de la construcción y todo por cuatro perres. Propongo la creación de jubilódromos.

A ver, calma que no es tontería.

Analicemos la situación. A los jubilados, por lo general, les gusta, les apasiona ir a las obras a pasar el día fisgando y comentando entre ellos la jugada. Otro día hablaremos más en profundidad de las raíces de esta extraña afición, pero estamos de acuerdo que son uno más de los participantes del modelo constructivo patrio. Un centro de trabajo no queda constituido per se hasta que no se apoyan dos jubilados en la valla.


Recuerdos de Treblinka



El problema es que en tiempos de crisis ya no hay una densidad de obras suficiente para abastecer a todos los barrios. Los Planes Urbanísticos están llevando el crecimiento de las ciudades y con ellos las grúas y los tajos, lejos del alcance del común de los jubilados.

La mayor parte de los jubilados no están dispuestos a verse afectados por cambios meteorológicos lejos de su barrio por acudir a una obra ajena, que además, no entienden en su contexto y la que no van a poder criticar en el chigre entre sus parroquianos.

La solución, por tanto, pasa por la creación de unas instalaciones de gestión municipal en las que congregar a nuestros veteranos, para tenerlos controlados a la vez que ociosos.

Mi propuesta es tornar un solar en un jubilódromo, a imitación de los sambódromos brasileiros. El gasto inicial es nulo. Con un vallado perimetral quedaría listo. Si existe la posibilidad de acceder a algún crédito de la UE se puede instalar algún graderío o zona cubierta para los días de climatología adversa.

Una vez finalizados los trabajos de urbanización sólo hay que poner una cuña en el parte de la radio o en el Panorama Regional anunciando la inauguración de las instalaciones.

A partir de ahí, el programa queda a manos de la imaginación del consistorio. Yo sugeriría comenzar con un buen movimiento de tierras, con sus retroexcavadoras, camiones, lodos y demás que siempre fascina. El transporte de tierras sería a otros jubilódromos para que el equilibrio de tierras permaneciera intacto.

Tras estos fastos iniciales, otro día se pueden presentar en la obra unos encofradores para trabajar en unas escaleras y unos muros a dos caras que harán las delicias del respetable.

Cuando los jubilados intuyan la llegada al tajo de los albañiles, se trae un bulldozer y se hace un derribo parcial para acallar a los más resabiados.

Se hace desfilar a todos los oficios por allí. Todo esto patrocinado por los primeros espadas del sector con carteles en las vallas, prácticas de la Fundación Laboral de la Construcción, venta de merchandishing…

Vamos, que entre los ingresos publicitarios, venta de garrapiñadas, y demás sale la cosa casi gratis. Y de paso se puede estimular la creación de una Liga estatal de gremios con premios, concursos y giras por los jubilódromos.

Y el favor que nos harían a los que los sufrimos a diario…

ANIMESE, CANDIDATO

lunes, agosto 22

Imagínate una oficina. Una empresa relativamente moderna. Todas las paredes pintadas de blanco con enormes litografías de Jawlensky. Mesas con pantallas enormes y delante de ellas, las más eminentes promesas en diseño y márketing trabajando codo con codo. La mezcla perfecta entre talento y farlopa.

Un día les llama la Fundación del Moderno. ¿No te suena? Pues que sepas que están detrás del festival de cine fantástico de Carbayín, de la invención del Post-Rock o de los creadores del tabaco Pueblo como rebeldía al Chester. Como ves, surten de bienes básicos para todo avant-garde que se precie, así como de los que algún día quieren ser modernos y epatar en la cola del Alimerka con su pintaza.

Pues bien, tras una reunión en las oficinas de la empresa se les encarga el diseño conceptual de un medio de transporte para el moderno. No puede ser de motor de explosión (ser eco-friendly es una de las máximas), la relación calidad-precio debe estar descompensada (para así alejarlo del mass-media) y tiene que estar para esta primavera. Y estamos a mediados de diciembre.

Uno que hizo una FP de informática en Arsenio Toral y que se encuentra presente en la reunión para hacer bulto y porque tiene cara de achinao, toma la palabra y con sus cojones sugiere que eso ya está inventado y propone al adopción del Segway por parte de la Fundación. El Quality Surveyor vomita en una papelera y la Consejera Delegada tiene que adelantar al medio día su primera dosis de dexidrina.

Tras redirigir al ponente a RRHH a por su carta de despido, se vuelve a los temas serios. Se pactan unos plazos y se promete un boceto conceptual en menos de una semana.

Esa misma tarde se convoca una reunión interna con los diseñadores y demás cabezas pensantes. No les alarma el proyecto. Ya han vivido épocas y desafíos de este nivel. Joder, que con sus cojones relanzaron el vinilo cuando Apple se sacó de la manga el primer iPod. Esto no puede ser tan difícil.

Va pasando la semana y el Jefe de Proyectos ve como los bocetos que le mandan sus lacayos parecen trabajos de fin de curso de pre-tecnología de un instituto laico del extrarradio. Lo mejor que tienen hasta ahora es un monociclo que lleva acoplada como una suerte de tabla de planchar de bazar chino forrada de tweed y en la que, con el equilibrio suficiente, se puede ir horizontal y así recostado compaginar el pedaleo con la lectura, por ejemplo, de la novela inédita de Corín Tellado que se ha filtrado que saldrá casi al tiempo que este ingenio del transporte en los albores de la primavera.

Vamos, que están bien jodidos.

Jornadas interminables, maquetas y más diseños y nada pasa el control interno de calidad de la empresa. A saber, Arno. Natural de Bohadilla del Monte, aunque la versión oficiosa es que nació en un orfanato Bauhaus de Renania y educado en un ballenero noruego por una pareja de nihilistas positivos. Arno va torciendo el gesto mientras le enseñan uno tras otro los partos del departamento creativo. Nada le hace tilín al exigente de Arno.

El día de entrega del boceto preliminar, en el briefing de la mañana en la sala 'azul 88' le da por aparecer a uno de los enchufados farloperos en plantilla que no se sabía nada de él desde hacía 6 semanas. Teóricamente de viaje en Bulgaria ejerciendo de cool-hunter empapándose de la herencia comunista, pero con Conrado cualquiera sabe. No se puede descartar que en la T4 en vez de embarcar hacia Sofía, optara por visitar las fuentes del Narcea y pasar las 6 semanas fumando vilortos con algún parroquiano y disertando sobre la pataca y el orujo mezclado con Jajeffmeiter.

Conrado se sienta con un Frapuchino de moka de 12 euros y atiende a las caras de pánico de sus iguales. Objetos que desafían al menos dos leyes de la teoría de la gravedad de Newton, acaban en la carpeta de 'posibles', mientras el Jefe de Proyecto empieza a morder las uñas de la secretaria a falta de las suyas, ya a nivel de muñón, debido al estress acumulado.

Él lo ve claro y se levanta y con voz ronca pide una cuartilla y un Faber-Castell HB negro y amarillo de los de toda la vida. Se hace el silencio en la sala. Con la lengua mordida a un lado de la boca empieza a garabatear unos trazos. En menos de un minuto está su más reciente creación sobre el proyector.

Parece una bicicleta.

Joder, es una puta bicicleta de toda la vida. Una cosa es la moda de llevar maillots de equipos de los 70 como complemento casual, y otra es querer hacer que un moderno se mueva en bicicleta como haría cualquier gilipollas el sábado por la mañana para autoengañarse creyendo que es persona sana. El moderno sacrifica su salud si hace falta con tal de estar en la cresta. ¿Qué tomadura de pelo es ésta, Conrado?

Es perro viejo. Deja que sus compañeros empiecen a llamarle de todo, a criticar su diseño y que de paso, que alivien presión. Se está sacrificando por el grupo mientras traga un sorbo del nectar del Starbucks de la esquina. El Jefe de proyectos no se desmarca todavía. Le mira fijamente con los brazos cruzados a la espera. Es su último cartucho y con estos politoxicómanos de bachiller científico-técnico, cualquiera sabe.

Tras acallar los gritos, Conrado vuelve a tomar la palabra. El concepto básico es, efectivamente, la bicicleta. Pero tiene unas características únicas que la hacen apta para un moderno. Lo primero, el revival. Cuadro de corredor de los 60. Acero y que pese, nada de tonterías high-tech de carbono. Lo segundo, prescindir de marcas ni logos. Colores uniformes y llantas a juego o en combinación. Se abre la puerta a gamas cromáticas Di Stijl, o fluorescencias ochenteras. Y por último la concesión decadente y ultramoderna. Piñón fijo, sin marchas y ojito: sin frenos.

Silencio en la sala 'azul 88'. No parece ya tan pijada la idea de Conrado. De hecho en 15 minutos ya están dos diseñadores con llenos de aros por el focico haciendo una serie de la bicicleta en distintos colores el el Corel. Al rato se saca a Arno de la habitación oscura donde pasa su media jornada y se le enseña el parto creativo de Conrado. No solo le vale, sino que apuntilla que un buen medio de difusión del la bicicleta moderna puede ser a través de peluquerías modernucias, tiendas vintage e incluso mercerías de barrio. Pre-ordena tres para él mismo. Éxito total.



Esa misma noche el Jefe de Proyecto cena con los representantes de la Fundación en un Thai de comida manchega siendo felicitado efusivamente. ¡Los has vuelto a hacer, Valbuena'. Mientras tanto, Conrado carga a la VISA de la empresa un un cuartín que kilu de harina Villafranquina y acto seguido se le conceden 3 semanas de vacaciones pagadas mientras en la empresa empieza la producción del diseño final de lo que va a ser el éxito del 2011.

El resto, amigos, es historia.

Emociones fuertes por unos 500 euros y ser la comidilla en la cuesta del Cholo o en asambleas de barrio está al alcance de tu mano. La posibilidad de dejar la ortodoncia por el asfalto al no poder frenar, no es nada en comparación por estar ahí, entre los que van a triunfar. Este año en Gijón no sé que va a pasar en los aledaños del Centro San Agustín en el Festival de Cine con tanta bici aparcada fuera.

Y es que las tendencias se crean a golpe loncha de Conrados, amigos.

Modas y bicis sin frenos

Imagínate una oficina. Una empresa relativamente moderna. Todas las paredes pintadas de blanco con enormes litografías de Jawlensky. Mesas con pantallas enormes y delante de ellas, las más eminentes promesas en diseño y márketing trabajando codo con codo. La mezcla perfecta entre talento y farlopa.

Un día les llama la Fundación del Moderno. ¿No te suena? Pues que sepas que están detrás del festival de cine fantástico de Carbayín, de la invención del Post-Rock o de los creadores del tabaco Pueblo como rebeldía al Chester. Como ves, surten de bienes básicos para todo avant-garde que se precie, así como de los que algún día quieren ser modernos y epatar en la cola del Alimerka con su pintaza.

Pues bien, tras una reunión en las oficinas de la empresa se les encarga el diseño conceptual de un medio de transporte para el moderno. No puede ser de motor de explosión (ser eco-friendly es una de las máximas), la relación calidad-precio debe estar descompensada (para así alejarlo del mass-media) y tiene que estar para esta primavera. Y estamos a mediados de diciembre.

Uno que hizo una FP de informática en Arsenio Toral y que se encuentra presente en la reunión para hacer bulto y porque tiene cara de achinao, toma la palabra y con sus cojones sugiere que eso ya está inventado y propone al adopción del Segway por parte de la Fundación. El Quality Surveyor vomita en una papelera y la Consejera Delegada tiene que adelantar al medio día su primera dosis de dexidrina.

Tras redirigir al ponente a RRHH a por su carta de despido, se vuelve a los temas serios. Se pactan unos plazos y se promete un boceto conceptual en menos de una semana.

Esa misma tarde se convoca una reunión interna con los diseñadores y demás cabezas pensantes. No les alarma el proyecto. Ya han vivido épocas y desafíos de este nivel. Joder, que con sus cojones relanzaron el vinilo cuando Apple se sacó de la manga el primer iPod. Esto no puede ser tan difícil.

Va pasando la semana y el Jefe de Proyectos ve como los bocetos que le mandan sus lacayos parecen trabajos de fin de curso de pre-tecnología de un instituto laico del extrarradio. Lo mejor que tienen hasta ahora es un monociclo que lleva acoplada como una suerte de tabla de planchar de bazar chino forrada de tweed y en la que, con el equilibrio suficiente, se puede ir horizontal y así recostado compaginar el pedaleo con la lectura, por ejemplo, de la novela inédita de Corín Tellado que se ha filtrado que saldrá casi al tiempo que este ingenio del transporte en los albores de la primavera.

Vamos, que están bien jodidos.

Jornadas interminables, maquetas y más diseños y nada pasa el control interno de calidad de la empresa. A saber, Arno. Natural de Bohadilla del Monte, aunque la versión oficiosa es que nació en un orfanato Bauhaus de Renania y educado en un ballenero noruego por una pareja de nihilistas positivos. Arno va torciendo el gesto mientras le enseñan uno tras otro los partos del departamento creativo. Nada le hace tilín al exigente de Arno.

El día de entrega del boceto preliminar, en el briefing de la mañana en la sala 'azul 88' le da por aparecer a uno de los enchufados farloperos en plantilla que no se sabía nada de él desde hacía 6 semanas. Teóricamente de viaje en Bulgaria ejerciendo de cool-hunter empapándose de la herencia comunista, pero con Conrado cualquiera sabe. No se puede descartar que en la T4 en vez de embarcar hacia Sofía, optara por visitar las fuentes del Narcea y pasar las 6 semanas fumando vilortos con algún parroquiano y disertando sobre la pataca y el orujo mezclado con Jajeffmeiter.

Conrado se sienta con un Frapuchino de moka de 12 euros y atiende a las caras de pánico de sus iguales. Objetos que desafían al menos dos leyes de la teoría de la gravedad de Newton, acaban en la carpeta de 'posibles', mientras el Jefe de Proyecto empieza a morder las uñas de la secretaria a falta de las suyas, ya a nivel de muñón, debido al estress acumulado.

Él lo ve claro y se levanta y con voz ronca pide una cuartilla y un Faber-Castell HB negro y amarillo de los de toda la vida. Se hace el silencio en la sala. Con la lengua mordida a un lado de la boca empieza a garabatear unos trazos. En menos de un minuto está su más reciente creación sobre el proyector.

Parece una bicicleta.

Joder, es una puta bicicleta de toda la vida. Una cosa es la moda de llevar maillots de equipos de los 70 como complemento casual, y otra es querer hacer que un moderno se mueva en bicicleta como haría cualquier gilipollas el sábado por la mañana para autoengañarse creyendo que es persona sana. El moderno sacrifica su salud si hace falta con tal de estar en la cresta. ¿Qué tomadura de pelo es ésta, Conrado?

Es perro viejo. Deja que sus compañeros empiecen a llamarle de todo, a criticar su diseño y que de paso, que alivien presión. Se está sacrificando por el grupo mientras traga un sorbo del nectar del Starbucks de la esquina. El Jefe de proyectos no se desmarca todavía. Le mira fijamente con los brazos cruzados a la espera. Es su último cartucho y con estos politoxicómanos de bachiller científico-técnico, cualquiera sabe.

Tras acallar los gritos, Conrado vuelve a tomar la palabra. El concepto básico es, efectivamente, la bicicleta. Pero tiene unas características únicas que la hacen apta para un moderno. Lo primero, el revival. Cuadro de corredor de los 60. Acero y que pese, nada de tonterías high-tech de carbono. Lo segundo, prescindir de marcas ni logos. Colores uniformes y llantas a juego o en combinación. Se abre la puerta a gamas cromáticas Di Stijl, o fluorescencias ochenteras. Y por último la concesión decadente y ultramoderna. Piñón fijo, sin marchas y ojito: sin frenos.

Silencio en la sala 'azul 88'. No parece ya tan pijada la idea de Conrado. De hecho en 15 minutos ya están dos diseñadores con llenos de aros por el focico haciendo una serie de la bicicleta en distintos colores el el Corel. Al rato se saca a Arno de la habitación oscura donde pasa su media jornada y se le enseña el parto creativo de Conrado. No solo le vale, sino que apuntilla que un buen medio de difusión del la bicicleta moderna puede ser a través de peluquerías modernucias, tiendas vintage e incluso mercerías de barrio. Pre-ordena tres para él mismo. Éxito total.



Esa misma noche el Jefe de Proyecto cena con los representantes de la Fundación en un Thai de comida manchega siendo felicitado efusivamente. ¡Los has vuelto a hacer, Valbuena'. Mientras tanto, Conrado carga a la VISA de la empresa un un cuartín que kilu de harina Villafranquina y acto seguido se le conceden 3 semanas de vacaciones pagadas mientras en la empresa empieza la producción del diseño final de lo que va a ser el éxito del 2011.

El resto, amigos, es historia.

Emociones fuertes por unos 500 euros y ser la comidilla en la cuesta del Cholo o en asambleas de barrio está al alcance de tu mano. La posibilidad de dejar la ortodoncia por el asfalto al no poder frenar, no es nada en comparación por estar ahí, entre los que van a triunfar. Este año en Gijón no sé que va a pasar en los aledaños del Centro San Agustín en el Festival de Cine con tanta bici aparcada fuera.

Y es que las tendencias se crean a golpe loncha de Conrados, amigos.